La historia del loro del 36

De BusBcn
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Los tranvías forman parte importante en la historia del transporte de la ciudad de Barcelona. A su alrededor han nacido historias simpáticas y entrañables. Una de estas, sin duda, es la historia del loro del 36.

Hace años, a principios de los sesenta, en la calle Taulat del Poblenou aún tenía origen y final la línea de tranvías nº 36. El lugar estaba justo delante de una tienda de vinos y licores llamada "La licorera", la cual era y continua siendo regentada por la señora Farreres. En esta antigua tienda tenían un loro que llamaban "lorito".

Fue el regalo de un antiguo cliente, entonces capataz de la Compañía Anónima de Productos Africanos. Era una empresa dedicada a la importación de madera, que había llevado el loro de Bata, en la Guinea Española, el año 1957 cuando el animal tenía unos cinco años. Lo instalaron en una jaula que, cuando hacía buen tiempo, era colgada al exterior de la puerta del establecimiento. El animalito se pasaba el día tomando el sol y viendo como la gente subía y bajaba del tranvía.

La señora Farreres explica que delante de la tienda había continuamente un vigilante de parada, de Tranvías de Barcelona, que regulaba la línea dando la salida del tranvía con el sonido de su silbato. Lorito aprendió tan bien este sonido que es dedicaba a silbar cada vez que veia el tranvía. A veces, los conductores sentían un silbido y, creyendo que era el aviso de salida, ponían el tranvía en marcha y el pobre vigilante salía corriendo detrás de ellos para pararlos hasta que sea su hora.

Transcedió tanto las travesuras del loro que en el año 1962, se presentó en la tienda el señor Carlos Carrión, jefe de tránsito de Tranvías de Barcelona. Éste -muy amablemente, según la Sra. Farreres- le pidió que metiesen el loro dentro de la tienda a causa de las quejas que le habían presentado los empleados. Desde aquel día y hasta que el tranvía dejó de funcionar en el Poblenou, el animal no volvió a ver el sol.

La clientela de "La Licorera" conocía muy bien las imitaciones y bromas de Lorito. A las mujeres les decía: "Hola buen día, ¿has comido?", o también "Borracha, ¿sabe tu marido que estás aqui?". Si pedían vino blanco el contestaba "negro" y, si lo querian negro el decía "blanco". Y si veia alguna persona con gorra de plato, fuese guardia o tranviario, se ponía a silbar como un desesperado.

Estas historias las explica la señora Farreres, emocionada, diciendo que el loro murió el año 1992, a los 41 años de edad. Por desgracia, actualmente ninguno de los dos -ni el loro ni el tranvía- ya no estan. Los tiempos han cambiado. La hija de la señora Farreres, ayudada por su padre, ha abierto un bar de tapas al lado de la licorera y, claro, lo han retulado con el nombre de "El loro del 36".

Aún hoy, si visitais "La Licorera" podreis ver la jaula y, dentro, el loro embalsamado, testimonio mudo de otra época. Pero no vale pena ponerse triste ni melancólico. Esta historia no se acaba aquí; fue tanta la popularidad de Lorito en el Poblenou que hace un par de años la colla de gigantes del barrio, con permiso de la familia Ferreres, lo resucitaron. Con subscripción pública recaptaron dinero para construir un gigante del citado animal, llamándolo "El loro del 36". Ahora en las fiestas populares, entre la gente de su barrio, va alegre con su gorra de tranviario haciendo saltos y escampado la alegria y la diversión que tanto le hizo popular.

Lorito, compañero nuestro, nos vimos obligados a pedir que te cerrasen en la oscuridad; sirvan estas líneas para rehabilitarte y hacerte salir otra vez a la luz. Los viejos tranviarios tenemos una deuda contigo.

Artículo aparecido en el número 42 de Hora Punta. Autores: Josep Cuenca y Antoni Calzada